Quería compartir con vosotros mi primera experiencia de buceo, esto tiene poco que ver con lo que normalmente hago. Pero debido a mi lesión sigo sin poder escalar montañas y algo hay que hacer para seguir disfrutando en la naturaleza.
La vida en movimiento.
Buceando en Calpe
Nunca se me había pasado por la cabeza hacerme submarinista pero mi novia lo es y al final y no sé cómo, me vi apuntado en un bautismo. Y os diré que le estaré eternamente agradecido por haberme hecho descubrir un mundo absolutamente fascinante.
Al día siguiente a las 8:45 allí estábamos en la puerta del Centro de buceo Les Basetes, en un pequeño puerto junto a una calita en Calpe.
Dispuesto a empezar mi aventura como submarinista, lo primero el instructor nos hizo el “briefing”, unas explicaciones del equipo y su funcionamiento, las señas para comunicarnos bajo el agua y como actuar ante diferentes situaciones. Después empezamos a montar el equipo y ponernos el traje.
Una vez a bordo del barco mi nerviosismo llegó a máximos históricos, no os voy a engañar.
Ya no hay marcha atrás, el barco navega dirección al Peñón de Ifach surcando unas aguas tranquilas y cristalinas.
Una vez fondeados al lado del Peñón comienza esta nueva experiencia. Me tiro al agua y comienzo a probar lo que es respirar por el regulador, algo muy extraño para mi pero que enseguida le pillo el truco… respiraciones y expiraciones largas y tranquilas y no hay ningún problema.
Comenzamos la inmersión agarrados al cabo del ancla e íbamos bajando poco a poco, yo iba más despacio porque me preocupaba no poder compensar bien. Tras este proceso de compensación al fin me relajé, lo primero que vi fue el espectacular azul turquesa del fondo marino y toda la vida que había a mí alrededor.
En esta primera inmersión bajamos a más de 7 metros y vi peces de colores increíbles, estrellas, pulpos y gran variedad de algas y corales. En otras palabras, descubrí un mundo que hasta ahora desconocía y que es fascinante. Mi nerviosismo desapareció y me faltaban ojos para ver todo lo que escondía el mar Mediterraneo en sus aguas.
La primera inmersión de mi vida duró unos 30 minutos y ascendía a la superficie absolutamente fascinado.
En mi primera impresión al sumergirme lo que más me impactó fue respirar por el regulador, esa sensación totalmente nueva de respirar bajo el agua. Es una de las experiencias que no olvidaré. Me sorprendió la paz que se siente debajo del agua donde sólo se oye el ruido de tu respiración, es como un viaje hacia tu interior. Te hace ser más consciente de tu cuerpo y de cómo va reaccionando en un medio que no es el tuyo. Esta sensación de calma que contrasta con los nervios del principio que son inevitables. El sonido que hacen las burbujas y la ingravidez que sentía me recuerda a una peli de ficción.
Juntamente con esta quietud, me encantó la sensación de estar constantemente descubriendo un mundo en el que te sientes muy pequeño. Así como el ir buscando detalles que no quieres dejar pasar. Siempre me ha gustado la naturaleza, pero ahora al hacer submarinismo y sentirme como un pez más, me ha hecho ser más consciente de cuidar los fondos marinos y proteger a toda la vida que alberga.
¡Ya estoy deseando que llegue mi próxima inmersión!
En resumen, ser submarinista me ha abierto las puertas a un nuevo mundo que ya he interiorizado como el mío propio y al que espero regresar pronto.