Circular a los Mallos de Agüero, Cueva Al-Foraz y Punta Común

Hoy decidimos hacerle una nueva visita al Prepirineo. Más concretamente queremos conocer los Mallos de Agüero, farallones y agujas de conglomerado rocoso que se yerguen protectoras sobre el pueblo que les da nombre. Podríamos decir que son los «hermanos pequeños» de los de Riglos, aunque con más de 100 metros de altura de pared no sé si pequeño es la palabra más adecuada.

Haremos una ruta sencilla, que consiste en rodear estos impactantes paredones de conglomerado y para alargar un poco más la excursión, visitaremos la cueva Al-Foraz, que queda muy cerca del camino y merece la pena hacerle una visita y la Punta Común, que se alza entre los Mallos de Agüero y los de Riglos, como su nombre parece indicar, es una cima compartida por Murillo y Agüero y señala por lo tanto el límite entre Zaragoza y Huesca.

La vida en movimiento

Circular a los Mallos de Agüero, Cueva Al-Foraz y Punta Común

Aparcamos muy cerquita del camping de Agüero, situado en la parte baja del pueblo. Y tras una breve charla con un vecino del pueblo comenzamos a caminar callejeando cuesta arriba siguiendo las señales que nos marcan la dirección a la cueva y a la vuelta a los mallos.

Las señales nos van sacando del pueblo y en el límite de la localidad alcanzamos la Fuente de los Dos Caños. Aquí el hormigón da paso a una pista de tierra, que abandonaremos rápidamente tomando el sendero de la vuelta a los Mallos, que sale a la derecha.

El sendero comienza a ganar altura y va dejando atrás el pueblo.

Nos plantamos en seguida en la base de los Mallos, en su vertiente sur, donde da comienzo la circular.

Abandonamos momentáneamente el sendero que tenemos que tomar para acercarnos a un bonito mirador natural de la cara sur de los Mallos. 

Cuando nos vamos acercando a los mallos y alzamos la vista nos impresiona la grandiosidad de estas moles pétreas, donde la gran protagonista de este entorno es el roquedo cilíndrico conocido como Peña Sola. Es un pequeño mallo de más de 200 metros apenas separado del resto de la gran mole cuyo aspecto se asemeja a un gran dedo de un gigante que señala hacia el cielo.

Desde aquí también podemos ver la Cueva de la Reina, se dice que a esta oquedad de los mallos, subían los jóvenes casaderos que querían demostrar su hombría.

Tras la parada en el mirador retrocedemos unos metros sobre nuestros pasos y comenzamos a bordear los Mallos por su cara oeste, avanzando por el valle en dirección norte.

Más de 100 metros de paredes de conglomerado sobre nuestras cabezas, resultado de la acumulación de sedimentos arrastrados por el río Gállego desde los Pirineos, y que luego han sufrido un proceso de erosión que les ha dado el aspecto que contemplamos hoy en día. Son más pequeños que los de Riglos, pero desde aquí abajo también imponen mucho.

Este tramo de la ruta que transcurre a media ladera por encima del Barranco de la Rabosera es un camino cómodo, y podremos ir disfrutando de unas formidables panorámicas de la Sierra de la Foz de Pituelo con los Manzargos y sus extraordinarias paredes rocosas.

Al final de este sendero llegamos a un cruce de caminos. Por la derecha una senda ascendente permite continuar con la vuelta a los Mallos, será la que tomaremos luego. Pero primero vamos a visitar la cueva Al-Foraz, así que nos vamos a la izquierda hacia Villalangua.

A los pocos metros desde el desvío pasamos por la fuente de la Tejería, donde vemos los restos de una antigua tejería árabe.

El terreno se vuelve algo más agreste y el valle se va estrechando, dejando el barranco de la Rabosera encajonado entre dos grandes paredes de roca estamos en la Foz de Pituelo

Los perretes van marcando el paso y desde el norte siempre vigilante tenemos la Punta Abadías.

En unos 500 metros encontraremos está impresionante gruta que se incrusta en la roca, situada junto al camino. Es una cavidad ovalada de unos 8 metros de profundidad y 20 metros de ancho que impresiona sin ni siquiera meterte en ella.

Hacemos una pequeña parada para curiosear un poco y hacer unas cuantas fotos, se puede caminar por su interior y contemplar la belleza de esta formación rocosa.

Vista la cueva, retrocedemos sobre nuestros pasos hasta la bifurcación con los Mallos al frente, deleitándonos con el paisaje.

Ahora continuamos con la ruta alrededor de los Mallos, iniciando una subida fuerte por la falda norte de los Mallos.

Tras ganar 100 metros de desnivel, llegamos a la Collada de Pedro, situada bajo la cara norte de los Mallos y el punto más alto de la ruta hasta ahora, dejando a nuestra espalda los Manzargos.

La senda principal continúa bordeando los Mallos, en dirección descendente hacia Agüero, pero nuestra intención no es finalizar tan pronto la ruta y tomamos una maltrecha pista ascendente que sale hacia la izquierda, hasta alcanzar la senda que va hacia Carcavilla y que nos llevará hasta a nuestro próximo destino.

Desde la senda de Carcavilla vemos a la izquierda los Mallos de Agüero y al fondo los Manzargos, destacando las puntas Chotero y Repicón.

Llegamos a una alambrada con una puerta bastante rudimentaria hecha con ramas que tenemos que cruzar para continuar hacia nuestro destino, que está detrás de la peña con aspecto de quilla de barco que es bastante espectacular, de la que no he encontrado ninguna información así que no se su nombre.

Seguimos ascendiendo suavemente entre pinos y bojes, más adelante por laderas repletas de matorral que se entremezclan con plantas aromáticas que desprenden sus fragancias al rozarlas.

El sendero poco a poco nos va llevando a la izquierda por las faldas de la Punta Portolás que ya vemos frente a nosotros.

Más arriba nos topamos con el muro norte de Punta Portolás, que salvamos por una elegante brecha.

Tras la brecha aparece ante nosotros la abrupta muralla norte Punta Común y el collado Barrera del Estanco, al que tenemos que bajar para afrontar la subida final.

Los bojes, los pinos, los verdes pastos, la pared de caliza… todo conjugado para formar un rincón idílico.

Siguiendo los hitos, sólo nos quedará descender unos metros hasta el collado y desde aquí ya solo queda un corto ascenso hacia el cordal rocoso por el cual alcanzamos fácilmente el vértice de la cima de la Punta Común.

Bojes, carrascas y resecos tomillares parchean la caliza gris.

Las vistas hacia el norte desde esta modesta cima son extraordinarias. Lástima de las nubes enganchadas al Pirineo, que nos privaron de verlo. Pero se puede distinguir delante nuestro el Embalse de la Peña, la Sierra de Santo Domingo, San Juan de la Peña y la Peña Oroel que apenas se distingue entre la bruma.

Y avanzando unos metros más hacia el Este del vértice geodésico contemplamos también las paredes de la vecina Peña Rueba, a la que podríamos llegar siguiendo siguiendo el cordal.

Tras un rato de contemplación desde la cumbre y última foto con Kurt y comenzamos el descenso.

Regresaremos por el mismo camino hasta la Collada de Pedro para cerrar la circular a los Mallos.

Mientras bajábamos el cielo empezó a oscurecerse por momentos así que aligeramos el paso.

Aún así teníamos buenas vistas, frente a nosotros ya volvemos a ver los Mallos de Agüero y Los Manzargos, omnipresentes durante casi toda la ruta y al fondo el largo cordal de la sierra de Santo Domingo.

Llegamos de nuevo a la Collada de Pedro donde habíamos abandonado la circular de los Mallos y ahora toca retomarla.

Continuamos por la izquierda siguiendo el sendero del barranco de la Fuente del Piojo que nos devolverá en pocos minutos a Agüero.

Mientras bajamos, nos vamos fijando en una cordada de escaladores que progresan por las paredes de los Mallos… me dan mucha envidia, pero algún día volveremos a escalar por aquí.

Y finalmente estamos de vuelta en Agüero, donde sólo nos queda recorrer sus bonitas calles hasta la zona baja del pueblo, donde hemos dejado el coche, cerrando así la ruta de hoy.

Ya sabía que el Reino de los Mallos era un lugar excepcional para el caminante, pero lo que no sabía es que Agüero reunía tantos atractivos para plantear una nueva ruta y así recorrer la atractiva red de senderos que nacen o mueren en esta misma localidad. Volveremos con muchas ganas de patear sus caminos y con los ojos bien abiertos para dejarnos sorprender por esta tierra fascinante.

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