Invernal al Moncayo

La cima del Moncayo o Pico de San Miguel es para muchas personas entre las que me incluyo, un lugar especial y mágico. El Moncayo, con sus leyendas, sus brujas, duendes y fantasmas, es un lugar singular y distinto a cualquier otra cima de mi querido Pirineo. Es su contrapunto, lo sentimos como “ese otro lugar” y todos los Aragoneses y sobre todo los zaragozanos, lo percibimos como más cercano. Será quizá porque en días claros puede verse desde cualquier lugar de Zaragoza, aunque mi favorito es desde puente de Piedra, con el Pilar y el Ebro como protagonistas secundarios.

La vida en movimiento

Invernal al Moncayo

Subir al Moncayo es una especie de tradición para mí, es algo que hago todos los años y aún así no deja de sorprenderme, siempre tiene algo especial. En esta ocasión toca despedir el último día del año con los compañeros del Octavus.

Hace ya unos cuantos años que no venía al Moncayo en invierno y ya tenía ganas, además, me sirve de prueba para ver que tal me muevo por terrenos nevados tras la operación de la rodilla.

De camino, el día vaticinaba muy buen tiempo y desde lejos el macizo nos mostraba su manto blanco.

Comenzamos la ruta en el aparcamiento de Haya Seca donde encontramos muchos coches pese haber llegado temprano.

Desde los primeros pasos para acercanos al Santuario, pudimos disfrutar de las impresionantes vistas sobre el valle del Ebro bajo la niebla, y de toda la línea pirenaica que se percibe desde este estupendo mirador.

El camino es ancho y cómodo y nos llevará al Santuario de la Virgen tras una ligera subida de poco menos de un kilometro, que nos viene bien para comenzar a calentar las piernas.

Tras pasar el Saturio cogemos a la derecha el viejo sendero hacia la cima, en el primer cruce de caminos. Aquí empieza la ascensión clásica al Moncayo.

A partir de ahí, realizamos una bonita subida por un denso pinar salpicado con alguna que otra haya y la nieve ya comienza a hacer acto de presencia.

Nos adentramos en el bosque, que con las nieve  de la semana pasada ha quedado bastante destrozado, vamos buscando el sendero que se encuentra en buena parte tapado por la nieve y poco a poco vamos ganando altura lentamente.

Acaba la vegetación, y ante nosotros se presentan con toda su majestuosidad las laderas más septentrionales del macizo que dan forma al circo de San Miguel, con la cima del Moncayo que pacientemente nos está esperando justo en lo más alto. Impresiona esta primera visión de lo que es el llamado glaciar del Cucharón o Pozo de San Miguel, una hoya cerrada y parcialmente tapizada por la nieve.

Comenzamos la verdadera y única dificultad de la ascensión, 1.5 km de subida ininterrumpida, haciendo zetas salvando unos 400 m de desnivel, sin nieve no hay más dificultad que el mismo desnivel, sin embargo, con nieve la cosa se complica un poco.

Abandonamos la Hoya hacia la izquierda por una estrecha y empinada senda que sobrevuela el Circo de San Miguel por su parte izquierda.

Como en toda ascensión, hay que encontrar la forma idónea de caminar, acomodarse a un paso lento y uniforme con alguna que otra parada para hacer algunas fotografías y tener algo de respiro, pues la impenitente subida no da ninguno.

De vez en cuando paramos para tomar aire y recrearnos con el paisaje que la altura ganada nos va regalando.

Poco a poco la nieve y el hielo van ganando la batalla a las piedras en esta loma umbría y ya nos acompaña hasta la cima.

Subiendo con cuidado llegamos hasta este cartel que nos avisa del peligro de la «escupidera», es cierto que solo con mirar atrás se puede observar lo fatídico que podría ser dar un mal paso y sin embargo a partir de aquí  la rampa aún se acentúa algo más. 

Por fin se acabaron las zetas y llegaremos a un monumento de piedras. Hemos llegado al Alto del Cerro de San Juan y estamos exactamente a 2283 metros de altura.

En este punto, nos detenemos un instante, para abrigarnos, ya que el cierzo, hace acto de presencia, y la sensación térmica es bastante baja.

Desde aquí apreciamos de una hermosa vista de las lomas del pico Lobera, al sureste.

Y al noroeste, nuestra derecha, podemos ver la cima del Moncayo y el collado Alto de las Piedras, que es el cordal que nos llevará a la cima entre suaves desniveles.

Sin más dilación, nos ponemos en marcha, y continuamos rectos por el collado, donde se encuentra el límite imaginario de provincias de Soria y Zaragoza, tras bajar un poco y una sencilla y corta subida, llegamos a la imagen de la Virgén del Pilar

Y unos metros después al vértice geodésico, que marca la cima del Moncayo, con sus 2.314.

Hacemos una breve parada para coger fueras y mientras tanto disfrutamos de las vistas de la depresión del Ebro y el Pirineo, a un lado, y de las tierras sorianas, los picos de Urbión y la sierra de la Demanda, al otro.

Después de las fotos de rigor, seguimos atravesando la cima para bajar hasta el Collado de Castilla o Collado de Pasa Lobos y así hacer la ruta circular.

Bajo la atenta mirada de Peña Negrilla seguimos un sendero muy poco definido y con tramos cubiertos por la nieve, que en ocasiones nos obliga a buscar por nuestra cuenta el mejor camino, pero que se hace con bastante facilidad.

Una vez abajo en el collado, echamos la vista a tras para ver la espalda del Moncayo y ver por donde hemos bajado.

Tras un giro a la derecha, nos espera una larga diagonal, que realizamos en el sentido de las agujas del reloj que nos permitirá tener una visión de otra vertiente del Moncayo.

En breve entramos en un bosque de pinos donde aunque la altura sea bastante menos, la sombra existente por la vegetación hace que aun quede nieve.

Pasamos por el Balcón de la Hoya con buenas vistas a todo el valle y enseguida entramos en otro bosque de pinos, una vez salimos de este, estamos practicamente en el parking.

Y con esto ponemos punto y final a esta ruta que teníamos ganas de poder hacer y en la que el día nos acompaño.

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